lunes, 11 de mayo de 2009

Norberto, mi hermano


Norberto, mi hermano, era un chico de barrio. Nació en Parque Patricios, al sur de la ciudad de Buenos Aires. Era tímido, callado, vergonzoso, muy educado. Vivíamos en una casa enorme, con dos patios, una parra y un fondo inmenso lleno de árboles. Allí vivimos todos juntos con nuestros padres y abuelos hasta que se lo llevaron.
Porque un día se lo llevaron. No se de adónde, ni a qué hora, ni quiénes, ni por qué. Como tantos otros, un día no estuvo más. Un día, exactamente el 14 de octubre de l975, Norberto pasó a ser un desaparecido. Con el tiempo supe que eran miles los que habían pasado por el mismo horror. Con el tiempo comprendí que nunca más iba a volver a verlo.
Por eso escribo estas palabras, para recordarlo, para mantener viva su memoria. Para no olvidarlo. Para que quienes lean este texto, sepan que Norberto fue un militante popular desaparecido por el terrorismo de estado. ¿Por qué era un militante popular? Porque aunque conocía los riesgos a los que se exponía, mi hermano asumió el compromiso de luchar contra la miseria y la injusticia. Norberto quería un país con igualdad, sin excluidos, sin cartoneros, sin personas que mueren de frío durmiendo debajo de la autopista. Norberto soñaba y por eso luchaba por una Argentina sin villas miseria, con escuelas públicas gratuitas y de excelencia. No quería escuelas privadas para los ricos y otras, las estatales, para los niños con menos recursos. Beto, mi hermano, pensaba que en la Argentina todos debían tener trabajo digno, vivienda, salud, educación.
Cuando Norberto tenía 15 años, mientras cursaba 4º año de la escuela secundaria, siendo entonces un alumno excelente, me atrevo a decir el mejor, ya que tuvo el promedio más alto de todas las divisiones y por eso estuvo en el Cuadro de Honor; en ese momento, alrededor del año 1971 comenzó a militar en una agrupación llamada Frente de Lucha de los Secundarios. En esa época, muchos jóvenes estábamos convencidos que el socialismo podía mejorar las condiciones de vida de nuestra población. Mi hermano fue uno de ellos, luchó por un país mejor, aún sabiendo los peligros que enfrentaba.
Cuando terminó el secundario se inscribió en la carrera de psicología y comenzó a trabajar como cadete en la empresa Bunge y Born. A los 20 años le tocó entrar al servicio militar que para entonces era obligatorio. Lo destinaron a la Escuela de Caballería de Campo de Mayo, ingresó en el mes de febrero de 1975. Los dos primeros meses de instrucción fueron durísimos. Con mis padres fuimos muchos fines de semana a visitarlo. En el cuartel le encomendaron realizar tareas de oficina, además de estar a las órdenes de un teniente, al que le debía limpiar las botas, cuidar el caballo y obedecer en todo. Después de unos meses comenzó a salir algunos fines de semana de franco. Me contaba que los militares los trataban muy mal. Durante las noches, en pleno invierno, hacían levantar a todos los soldados conscriptos y sin darles tiempo para vestirse los obligaban a hacer instrucción. Tenían que tirarse en el barro cuerpo a tierra, medio desnudos en un lugar descampado e inhóspito. Yo tenía mucho temor y esperaba ansiosamente el momento en que le dieran la baja.
Cuando llegó el mes de octubre, ya le faltaba muy poco para terminar la conscripción, Beto salía de franco todos los fines de semana. Siempre los pasaba en casa, en Parque Patricios. El domingo 12 de octubre fue el último día que estuvimos todos juntos. Como durante esa semana, el miércoles 15, era el cumpleaños de mi mamá, Norberto había pedido un permiso especial en el cuartel para venir ese día a casa. La noche anterior, el martes 14, pasadas las 23 horas, las autoridades del cuartel le dijeron que podía irse. Como era tan tarde, Beto pidió quedarse hasta la mañana siguiente, pero según contaron unos soldados que estaban de guardia esa noche, lo obligaron a salir con el pretexto de que el franco ya estaba firmado y que por eso no podía permanecer en el cuartel.
Nunca más supimos nada de Norberto. No llegó al cumpleaños de mi mamá. Jamás pudimos averiguar si realmente salió de Campo de Mayo. Beto desapareció cuando apenas tenía 21 años, el 14 de octubre de 1975. Mi mamá se enfermó gravemente en pocos meses y se suicidó ocho años después. Mi padre y yo buscamos a Beto en vano por comisarías, hospitales, pusimos avisos en los diarios, fuimos muchas veces al cuartel. Siempre recibimos la misma respuesta, que de ahí se había ido.
Durante muchos meses acudimos con mi papá a juzgados, comisarías y cementerios. Tuvimos encuentros con militares sin lograr ninguna respuesta. Durante mucho tiempo lo esperé, lo busqué, creía verlo por la calle. Me imaginaba que un día iba a volver, que estaba en algún lado, que quizás estaba detenido y lo iban a dejar libre.
Con el paso de los meses, todo empeoró, poco más de cuatro meses después fue el Golpe Militar del 24 de marzo de 1976. A partir de ese momento, todo se tornó demasiado peligroso. A mi padre en un juzgado le aconsejaron que no buscara más a su hijo porque corría peligro mi vida y la suya, la de mi papá. Nos podían desaparecer a nosotros también, solo por esto, porque buscábamos una respuesta. Dónde estaba mi hermano, quiénes se lo llevaron, por qué.
Hoy ya pasaron 33 años de su desaparición, hace mucho tiempo comprendí que Norberto está muerto, que nunca más lo voy a volver a ver. No se qué hicieron con su cuerpo, por eso, mi hermano es un desaparecido, uno más entre los 30.000 que de manera tan feroz nos arrancó la dictadura militar.

Por vos Norberto y por los 30.000 compañeros desaparecidos. Los que te queremos No olvidamos. No perdonamos. No nos reconciliamos. Y exigimos Juicio y Castigo a los genocidas.

Norberto Hasta la Victoria Siempre.

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